Ecos Políticos: El Cacicazgo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
La Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) es una institución que, a lo largo de los años, ha sido estandarte de la educación y el progreso del estado. Sin embargo, bajo la superficie de este noble propósito, se ha desarrollado una sombra que ha puesto en peligro los principios fundamentales de la autonomía y la democracia universitaria: el cacicazgo ejercido por el clan Sosa.
Desde hace décadas, sus muros han sido testigos de cómo un grupo selecto, liderado por Gerardo Sosa Castelán, ha consolidado su poder dentro de la institución, convirtiéndola en un feudo personal donde las decisiones se toman bajo un manto de opacidad y favoritismo. Este fenómeno, conocido en Hidalgo como «la Sosa Nostra», ha creado un ambiente de clientelismo y control absoluto que ha minado la esencia misma de lo que debería ser una universidad pública: un espacio de libre pensamiento y formación crítica.
El clan Sosa ha logrado perpetuarse en el poder a través de una red de influencia que abarca no solo a la administración central de la universidad, sino también a sindicatos, organizaciones estudiantiles y hasta medios de comunicación locales. Este control se ha ejercido mediante la designación de aliados en puestos clave, asegurando que las decisiones académicas, administrativas y financieras se mantengan bajo su dominio. La consecuencia es clara: la universidad ha dejado de ser un espacio autónomo para convertirse en un instrumento político al servicio de intereses particulares.
El control del clan Sosa sobre la UAEH no se limita a lo interno. Su influencia ha trascendido la esfera universitaria para incidir en la política estatal, donde han sabido tejer alianzas estratégicas que les han permitido proteger y expandir su poder. Esta simbiosis entre poder político y universitario ha creado un círculo vicioso en el que la universidad, lejos de ser un motor de desarrollo para Hidalgo, ha sido utilizada como moneda de cambio en la arena política.
En la UAEH, el principio de autonomía universitaria ha sido gravemente comprometido. Las decisiones importantes, como la designación de rectores, directores, la asignación de presupuestos o la definición de políticas educativas, se toman en función de los intereses del clan Sosa, no de la comunidad ni de las necesidades académicas.
Académicos y estudiantes que han intentado cuestionar el estado de cosas o proponer cambios significativos han enfrentado represalias, desde el ostracismo hasta la marginación en sus carreras. La cultura del miedo ha suplantado al espíritu crítico, y la universidad ha dejado de ser un lugar donde las ideas pueden debatirse libremente.
Es fundamental que la comunidad universitaria recupere la voz y el voto en las decisiones que afectan a su futuro. Esto implica no solo una renovación en la dirigencia universitaria, sino también un cambio cultural que promueva la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto a la diversidad de opiniones. La UAEH debe volver a ser una institución al servicio de la sociedad, no de intereses particulares. Amor, Orden y Progreso.
Nos leemos la próxima.
Temístocles de Atenas
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